LIBROS RECOMENDADOS

Hacia el bosque

photo Laurence Gagnon

Par Laurence Gagnon

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29 noviembre 2023

Foto por Laurence Gagnon

En la Casa Azul, en lo más profundo del bosque, Anaïs y sus cinco hijos pasan el tiempo en medio de una pandemia. Impulsada por la lentitud de la vida cotidiana, redescubre los recuerdos que la unen a este pedazo de tierra al que se siente estrechamente unida.

 La novela Femme forêt (Hacia el bosque) de Anaïs Barbeau-Lavalette, publicada en 2021, explora el vínculo entre el ser humano y la naturaleza a través de una narración fragmentada cuyos hilos conductores son los pequeños acontecimientos de la vida cotidiana y la búsqueda del fantasma que recorre el bosque.

Con una escritura llena de poesía, la autora presenta nuestra relación con la tierra como una experiencia multisensorial, pero también casi espiritual; a la vez que la narradora da testimonio de su vínculo especial con el bosque, es también el bosque el que le permite compartir experiencias únicas con los demás habitantes. Del dolor a las pequeñas alegrías, Anaïs deja huellas de ellas en el relato, como hojas secas entre las páginas de un libro.

 

Bosque nativo, bosque de la memoria

 

La narradora recopila las historias de los habitantes de los alrededores, siguiendo el rastro de un fantasma que aparece en los lindes del bosque. De este modo, traza un retrato anti cronológico de la historia de este bosque, de sus habitantes y de sus casas. Aunque no todo el mundo tiene algo que ver con la mujer apodada “mujer algodoncillo”, la búsqueda de Anaïs la lleva a descubrir a personas con las que no tiene nada en común, salvo su apego a la tierra que comparten: Hermann y Angélique, una pareja de ancianos que pronto tendrán que marcharse; el pintor japonés que intenta captar la belleza del lugar y de los cuerpos; Mary, procedente de Ucrania e instalada en esta parte del país que la ha seducido.

A través de sus historias personales, Anaïs relata la del bosque que han elegido, su testigo silencioso pero vivo. “La gente es la tierra” (p. 139), dice, describiendo la reciprocidad entre los seres humanos y la tierra.

La evocación de sus recuerdos y los de otras personas lleva a Anaïs a los cuatro rincones del mundo: a Francia, donde viven sus abuelos, y a Montreal. Pero siempre vuelve a este bosque, a estos árboles familiares, algunos de los cuales tienen nombres de sus parientes. Conoce sus senderos, las plantas que crecen en él y lo que se puede hacer con ellas.

“Todos somos de la misma savia” (p. 147), dice la narradora. La historia pone de relieve la similitud entre los seres humanos y la tierra. Anaïs está emparentada con su familia por la sangre, pero ¿no lo está también con el bosque donde pasó su infancia? “Aquí está mi patria y mi herencia” (p. 16). El bosque es maternal, porque la reconforta, pero también porque la vio crecer.

 

A la vida y la muerte

 

En la novela, el bosque actúa como una especie de santuario. Está ahí para acoger a los personajes que sufren y curarlos a su manera: los calma con sus sonidos y olores; los nutre con sus plantas; les permite encontrarse a sí mismos. Es un lugar donde podemos percibir la vida que nos rodea y comprender mejor que estamos vivos y sanos.

Pero el bosque es también un compañero en la muerte. Es el que se lleva, a menudo inesperadamente, a veces a la fuerza, o que acoge suavemente a quienes se abandonan en él. Es también el bosque que custodia a los muertos, del mismo modo que cuida a la “mujer algodoncillo”, quien deambula por él y a veces se deja ver por los vivos, y cuya lápida sirve de cimiento a la Casa Azul; del mismo modo que guarda las cenizas de María, en su deseo de entregar su vida, así como su muerte, a la tierra que la sedujo.

Anaïs Barbeau-Lavalette explora las diferentes formas que puede adoptar la muerte: suicidio, ayuda para morir, accidentes, enfermedad, vejez. En cada ocasión, el bosque es testigo del sufrimiento de los que quedan atrás y de su duelo; los ve resucitar.

La muerte también forma parte de la historia de la tierra, que está perpetuamente viva. Como proceso cíclico, la naturaleza se encarga de dar un rol a cosas que, en principio, ya no lo tienen.

 

Al morir, un árbol contribuye tanto al tejido de la vida como cuando estaba vivo. Lo mismo ocurre con algunos seres humanos.

(p. 238)

 

La tierra, testigo del paso de los vivos, guarda un rastro de ellos, contra el olvido y el paso del tiempo.

Utilizando la belleza de las palabras para plasmar la hermosura del paisaje, pero también la de las relaciones humanas, Anaïs Barbeau-Lavalette nos ofrece una historia de una enorme compasión ante el sufrimiento, ofreciendo la tierra como lugar de contemplación. Entre los árboles, donde a veces merodea la muerte, encontramos en cambio una poderosa oda a la vida, en toda su complejidad, pero también en todas sus formas.

El bosque, como la vida misma, sigue estando lleno de misterio; es benevolente, pero también amenazador. Da, pero también quita sin vacilar. Pero, sobre todo, está profundamente ligado a Anaïs; el bosque es la manifestación física de su memoria.

La novela de Anaïs Barbeau-Lavalette nos incita a reflexionar sobre nuestra relación con la tierra, y con la naturaleza en general. A menudo incomprendida, a veces inquietante, la naturaleza forma parte de nosotros, como nosotros formamos parte de ella.

Como dice Stan, un personaje de la novela: “Esa conexión con la naturaleza… That’s gonna save us”.

 

De la misma autora:

 

Je voudrais qu’on m’efface, 2010, Ediciones Hurtubise, et La femme qui fuit, 2015, Ediciones Marchand de feuilles.

 

*La traducción al español de las citaciones es libre.

 

ACERCA DE LAURENCE GAGNON

A Laurence siempre le ha apasionado la literatura. Maestra en lengua y literatura francesas por la Universidad McGill, le interesa lo que los textos literarios pueden decir sobre el ser humano y su relación con el mundo. Curiosa por naturaleza, Laurence disfruta aprendiendo sobre diferentes culturas, su modo de ver la espiritualidad y sus relaciones con la comunidad. Sus pasatiempos van desde caminar por el bosque hasta el cine japonés, la literatura de las Primeras Naciones y la música clásica.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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